"Los artistas deben tratar de convertir el dolor en belleza"

 

Gustavo Rodríguez, ganador del premio Alfaguara de Novela 2023 con Cien Cuyes, conversó en Guatemala con La Prensa Gráfica sobre la muerte  y la vejez digna.

Hablar de la vejez y de la muerte no es un tema fácil, es una de esas pláticas que se posponen hasta que llega ese momento obligado; al que no se nos ha enseñado a ver de frente, sino que a huirle, "a no nombrarlo porque se invoca", dice Gustavo Rodríguez, el escritor peruano ganador del Premio Alfaguara 2023 con su novela Cien Cuyes

Y en su obra Rodríguez, lo nombra, lo trata, lo habla, a través de una historia que envuelve desde el inicio, tocando un tema doloroso con la mayor naturalidad posible.

Cien Cuyes es una novela que reúne a personajes entrañables que ya están en el ocaso de su vida y estos últimos días lo quieren vivir con dignidad, y dejarlos de la misma manera, con dignidad.

Como Carmen y Jack, vecinos del mismo complejo de apartamentos, que viven solos y son cuidados por Eufrasia, una mujer del interior. Ella ha tenido mudarse a Lima, ha tenido que dejar de cuidar a su hijo para cuidar de otros, pero lo hace con verdadera empatía.

"La empatía que es un valor que nos hace mucha falta hoy en día... creo que nos está costando ponernos en los zapatos de los que sufren en condiciones distintas y si fuéramos un poquito más Eufrasia en nuestra sociedad y no viéramos a través del prejuicio, sino viéramos al ser humano que tenemos enfrente, pues nos iría mucho mejor", explica el autor.

“Se tiene una vejez digna cuando tienes lo básico materialmente y tienes la compañía, una compañía afectiva”.

U otros, como "los 7 magníficos", un grupo de lo más dispar que vive en un asilo y que han jurado que ninguno de ellos morirá solo, porque la soledad es la compañera menos deseada de la vejez.

Cien cuyes implicó, como cuenta su autor, horas de "frenética escritura", y hace pensar al lector en el futuro y sobre todo lleva a reflexionar en cómo se quiere morir, y lo hace como en una película, con un libro muy visual y musical.

"No puedo dejar de reconocer que así como he bebido la literatura tradicional desde pequeño, también pertenezco una generación que ha visto mucho cine, muchas series y he escuchado música para planchar... no puedo dejar de admitir que gran parte de mi educación emocional se debe a la cultura popular. También siento que en la medida en que soy más sincero y abrazo esa parte de mis influencias, pues mi literatura también me sale más auténtica", cuenta en una sala de las librerías más emblemáticas de la ciudad de Guatemala, donde conversó con La Prensa Gráfica antes de la presentación de su libro.

Cuando usted ganó el premio, hablaba que este libro lo había escrito porque acaba de tener la pérdida de su suegro, ¿cómo surgió desde el dolor escribir sobre la muerte de la forma en que lo ha hecho?

Creo que los artistas deben tratar de convertir el dolor en belleza, es lo que siempre he pensado, y cada quien desde su rincón estético trata de cumplir esa máxima. El caso de la muerte de mi suegro fue un gatillador emocional, que precipitó una nube de ideas que me venían acompañando hacía algunos años relacionados al envejecimiento y a la naturalización de la muerte. Pero creo que me faltaba ese empujón emocional para finalmente decidirme a sentarme a escribir esa novela.

En su novela la muerte la trata desde el humor, pero la mayoría de personas no puede hablar de la muerte, ¿porqué?, ¿ es por la religión?, ¿porqué no sabemos realmente que hay más allá, si es que hay un más allá?

Más que religión, es un aspecto supersticioso de la vida, según el cual por nombrar algo lo estamos invocando; como si las palabras hicieron realidad los acontecimientos, que no podemos controlar. Y eso es algo que yo puedo respetar, pero no es algo, que yo pueda creer. Yo creo que el contrario que el callarnos aquello que nos preocupa, hace que cuando aquello que nos preocupa aparece sus secuelas sean mayores.

Y después de escribir el libro, ¿cómo ve la muerte?

Yo el tema de la muerte ya lo tenía bastante procesado. Digamos desde algunos años atrás, mi preocupación por que naturalicemos la muerte natural valga la redundancia, y no como espectáculo que es como suele aparecer la muerte en nuestras conversaciones; viene de un buen tiempo atrás, incluso tengo un libro infantil, no publicado todavía que habla sobre cómo hablar de la muerte en la familia.

Así que escribir este libro no necesariamente me llevó a procesar eso específicamente, pero sí le añadió un factor que no tenía en la cabeza y es el de la muerte digna, la dignidad para morir que se concatena con la dignidad de envejecer. Una cosa es morir dignamente y otra cosa también es envejecer dignamente.

¿Cómo es envejecer dignamente en América Latina?

En América Latina lo veo muy difícil, más que otras regiones.

¿Qué factores son los que reflejan una vejez digna?

Yo creo que hay dos dimensiones, hay una dimensión material, como una primera capa, diría yo, que es bueno tener un techo decente y comodidades materiales alrededor, que te permitan integrarte a otros seres humanos; y en segundo lugar está el tema del acompañamiento, evitar la soledad.

Yo creo que se tiene una vejez digna cuando tienes lo básico materialmente y tienes la compañía, una compañía afectiva. Cuando falla una de las dos pilares, pues la vejez es algo "cataclísmico".

Creación. Gustavo Rodríguez, ha publicado ya ocho novelas.

¿Cuándo hablamos de sus personajes, los 7 magníficos, existieron?

De los 12 o 13 personajes que pueblan Cien Cuyes el único que yo puedo decir que se basó en la personalidad y la conducta y en la forma de pensar de alguien de verdad, que existió en realidad es Jack Harrison. Después Eufrasia debería ser la confluencia de tres dos o tres mujeres cuidadoras que he conocido a lo largo de mi vida asociadas a mi familia o a familias, el resto ya son este construcciones de infinidad de gente mayor que he conocido en mi vida o proyecciones de cómo creo que van a ser.

¿Y usted cómo cree que va a ser, cuando tenga la edad de su personaje o cómo quisiera ser?

Yo creo que de alguna manera la creación de Los 7 magníficos, prefigura mi deseo de ancianidad, una ancianidad en compañía de amigos y seres queridos. Con la potestad de irme cuando decida que quiero irme. Yo me imagino en mi casa, con mi pareja, con la asistencia de algún enfermero cuando ya la cosa avance; pero el día que no pueda limpiarme el culo, ese día me voy a querer morir. Entonces me imagino que hacia eso irá mi vida.

¿Usted considera que su libro puede ser interpretado como una apología de la eutanasia?

Yo no sé si mi libro sea una apología a la eutanasia. Lo que es, es una apología de ponerse en el lugar del otro para tratar de entenderlo.

¿Cómo eligió la "banda sonora"?

Conforme las escenas iban apareciendo en la escritura por alguna razón inconsciente yo hacía conexiones con ciertos momentos de mi vida, así por ejemplo, una de las escenas que más me gustan de la novela es cuando Eufrasia y doña Carmen se ven de pronto cantando juntas el mismo huayno andino: el mambo de Machaguay.

Yo me decía bueno, que podrían unirlas musicalmente, y me acordé de esta canción que yo escuchaba de niño en la radio en Perú y me pareció que es una canción tan antigua que podía unir generaciones de esa manera; así igual en la escena cumbre de la combi en la carretera con música de ABBA, pues yo iba imaginándome como habría sido la treintena de estos ancianos, o sea su adultez plena, y me imaginaba la música de la época, que también conecta con mi niñez. Entonces, yo creo que ha sido conectar mi propia niñez con los últimos jirones de juventud de mis personajes.